El Cor de Llum

En una cueva-ermita en el Desierto de Judá habitada por un santo ermitaño un día que la lluvia derrumbó el techo de su cueva, miró... y vio... la Luz! La Luz que todo lo llena y que convertía su techo roto en un icono del Corazón de Dios Era como la abertura al espacio infinito. El Cor de Llum... Contemplando al que nos mira dentro del corazón, el corazón pobre y libre de todo lastre, se transfigura vacío de si mismo en resplandor purísimo del Corazón de Luz (Cor de Llum)

28 febrero 2006

El loco

"Ya que los cuerdos no hablan, hablará el loco.

Yo, un loco que ha amado su locura,
Sí, más que los cuerdos sus libros, sus bolsas y sus hogares tranquilos
O su fama en boca de los hombres.

Un loco que en todos sus días nunca ha hecho una cosa prudente
Nunca ha calculado el costo, ni contado lo que otra cosechaba.
El fruto de su ingente siembra, contento con desparramar la semilla.
Un loco que es impenitente, y que pronto al final de todo
Reirá en su corazón solitario cuando el grano maduro caiga en los graneros,
Y los pobres sean llenos que andaban vacíos,
Aunque él ande hambriento.

Yo he derramado los espléndidos días que el Señor dio a mi juventud
Intentado cosas imposibles, juzgando que sólo ellas valían la pena
¿Fue locura o gracia? Sólo Dios me juzgará, no los hombres...

Yo he derramado mis espléndidos años.
Oh Dios, si tuviera esos años los derramaría de nuevo,
Cristo, los arrojaría de mí
Porque esto escuché en mi corazón:

que un hombre debe derramar, no muñir.
Hacer el hecho de hoy, no cuidar de los mañanas.
No debe negociar ni regatear con Dios;
¿o fue Eso un chiste de Cristo
Y este es mi pecado ante los hombres, haberle tomado la palabra?

Los leguleyos se han sentado en Concejo,
Los hombres de caras largas y listas,

Y han dicho "Este hombre es loco"

Y otros han dicho: "Blasfema".
Y los cuerdos han compadecido al loco, que ha apostado con su vida
(En el mundo de espacio y tiempo, entre el montón de cosas actuales)
A un sueño que fue soñado en el corazón,
y que solamente el corazón puede contener.

Oh cuerdos, adivinadme esto: ¿y qué si el sueño resulta verdad?
¿Si el sueño se realiza, y millones de aun no nacidos habitasen
En la casa que yo hice en mi corazón,
La noble casa de mi pensamiento?

Señor, yo he prendado mi vida, he prendado la vida de mi gente
Sobre la verdad de tu tremenda Palabra,
No recuerdes mis fallas
Recuerda esta mi fe.

Y así yo hablo.
Sí, antes que pase mi juventud ardiente,
Yo hablo a mi pueblo y digo:

Habéis de ser locos como yo: derramar y no ahorrar;
Aventurarlo todo, no sea perdáis lo que es más que todo,
Habéis de reclamar un milagro, tomándole a Cristo la palabra.

Y por esto yo responderé, oh mi pueblo,
Yo responderé ahora y después.
Oh pueblo al que he amado ¿por qué no responder juntos?"

("El loco", poema escrito por un loco y traducido por otro loco).


Bendita locura de Dios que me recuerda la preciosa explicación de Irina Gorainov en su biografía de S. Serafín de Sarov, el gran santo ruso del siglo 19, sobre los "yourodivi" de la Iglesia. de la tradición espiritual rusa. El santo, como Dios mismo, es impredecible, no sigue lógica alguna, en su santa y preciosa libertad.

¿No estamos llamados los cristianos a la santidad? ¿No estamos llamados a la libertad del verdadero Amor? Bendita locura, sí, que ha hecho a que los verdaderos santos sean vistos como pecadores y que los que se han dedicado toda su vida a parecer santos y lo hayan conseguido, se hayan convertido, quizás, en temibles pecadores impenitentes!

Este texto con el que me identifico lo he copiado de los foros de "El Testigo Fiel", del hilo sobre Genesis capítulos 1 y 2



25 febrero 2006

¿Qué hice, Señor, de tus dones?

Sí; si S. francisco tiene razón... ¡cuanto más lo siento así yo!
-Fray León, fray León, dime: "Francisco, indigna creatura, eres un gran pecador".
-Francisco, eres un gran pecador, -contestaba obedeciendo Fray León.
-Fray León, fray León, vuelve a decirme: "Francisco, indigna creatura, eres un gran pecador".
Y volvía a obedecer, casi con lágrimas en los ojos, Fray León.
Iban camino a Asís, ya en el último año de la vida del santo, venerado por todos los que le conocían. Y volvía a pedirle:
-Fray León, fray León dime que soy un gran pecador.
Al final Fray León no pudo más y, ya sin contener el llanto, poniéndose de rodillas y besando las manos llagadas de Francisco, le suplicó: -Padre mío, Padre mío Francisco, ves como toda la gente te busca y escucha tus palabras, se convierte, se cura; ves como los buenos fieles te consideran santo; ves como Dios te ha colmado de Dones y ¡tú me pides a mí que te conozco más que nadie que te diga que eres un pecador!. -Justamente, hermanito León. Que si el más miserable de los asesinos hubiera recibido la mitad de las gracias que yo he recibido, sería mil veces mejor que yo.
De las Florecillas de S. Francisco

23 febrero 2006

La llamada secreta

Del Sutra de Hui-Neng, el sexto patriarca tchan (zen) de China


Mi padre, un nativo de Fan Yang, fue despedido de su cargo oficial y desterrado a ser un plebeyo en Sun Chow en Kwangtung. Fui desafortunado porque mi padre murió cuando yo era muy joven, dejando a mi madre pobre y miserable. Nos mudamos a Kwang Chow (Cantón) y por este entonces estábamos en muy malas condiciones.

Un día estaba vendiendo leña en el mercado, cuando uno de mis clientes me ordenó que le llevara un atado a su tienda. Después de que la mercancía había sido entregada y el pago recibido, salí de la tienda y me encontré con un hombre recitando un Sutra.

Tan pronto oí el texto del Sutra, mi mente se iluminó instantáneamente. Le pregunté al hombre el nombre del libro que estaba recitando y me contestó que era el Sutra del Diamante (Vajracchedika o El Diamante Cortador). Más adelante le indagué de dónde había venido y por qué recitaba ese Sutra en particular. Contestó que venía del Monasterio de Tung Tsan en el Distrito de Wong Mui de Kee Chow; y que el abad encargado de este templo era Hwang Yan, el Quinto Patriarca; que había cerca de mil discípulos bajo su tutela; y que cuando fue allá a rendirle homenaje al Patriarca, asistió a las conferencias sobre este Sutra. Más adelante me dijo que Su Santidad alentaba tanto a los laicos como a los monjes a recitar esta escritura, ya que por
hacerlo podrían realizar su propia y así alcanzar la Budeidad directamente.

Debe ser debido a mi buen karma en las vidas pasadas que oí acerca de esto, y que recibí diez taels (moneda usada en China antiguamente, equivalente en valor a su peso, 1 ½ onza, en plata) para la manutención de mi madre de un hombre que me aconsejó que fuera a Wong Mui a entrevistarme con el Quinto Patriarca. Después que se hicieron los arreglos pertinentes para mi madre, partí para Wong Mui, tomándome menos de treinta días el llegar allí.

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De la Vida de San Antonio de Egipto, ermitaño, el padre de los monjes cristianos

Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como erancristianos, también el mismo creció. Como niño vivió con sus padres, no conociendo sino su familia y su casa; cuando creció y se hizo muchacho y avanzó en edad, no quiso ir a la escuela, deseando evitar la compañía de otros niños, su único deseo era, como dice la Escritura acerca de Jacob (Gn 25,27), llevar una simple vida de hogar. Por su puesto iba a la iglesia con sus padres, y ahí no mostraba el desinterés de un niño ni el desprecio de los jóvenes por tales cosas. Al contrario, obedeciendo a sus padres, ponía atención a las lecturas y guardaba cuidadosamente en su corazón el provecho que extraía de ellas. Además, sin abusar de las fáciles condiciones en que vivía como niño, nunca importunó a sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tenía placer alguno en cosas semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le ponía delante y no pedía más.

Después de la muerte de sus padres quedó solo con una única hermana, mucho mas joven. Tenía entonces unos dieciocho o veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba como los apóstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4,20; 19,27); cómo, según se refiere en los Hechos (4,35-37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y que grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1,18; Col 1,5). Pensando estas cosas, entró a la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se escuchó el pasaje en el que el Señor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados: 80 hectáreas, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana.