El Cor de Llum

En una cueva-ermita en el Desierto de Judá habitada por un santo ermitaño un día que la lluvia derrumbó el techo de su cueva, miró... y vio... la Luz! La Luz que todo lo llena y que convertía su techo roto en un icono del Corazón de Dios Era como la abertura al espacio infinito. El Cor de Llum... Contemplando al que nos mira dentro del corazón, el corazón pobre y libre de todo lastre, se transfigura vacío de si mismo en resplandor purísimo del Corazón de Luz (Cor de Llum)

23 febrero 2006

La llamada secreta

Del Sutra de Hui-Neng, el sexto patriarca tchan (zen) de China


Mi padre, un nativo de Fan Yang, fue despedido de su cargo oficial y desterrado a ser un plebeyo en Sun Chow en Kwangtung. Fui desafortunado porque mi padre murió cuando yo era muy joven, dejando a mi madre pobre y miserable. Nos mudamos a Kwang Chow (Cantón) y por este entonces estábamos en muy malas condiciones.

Un día estaba vendiendo leña en el mercado, cuando uno de mis clientes me ordenó que le llevara un atado a su tienda. Después de que la mercancía había sido entregada y el pago recibido, salí de la tienda y me encontré con un hombre recitando un Sutra.

Tan pronto oí el texto del Sutra, mi mente se iluminó instantáneamente. Le pregunté al hombre el nombre del libro que estaba recitando y me contestó que era el Sutra del Diamante (Vajracchedika o El Diamante Cortador). Más adelante le indagué de dónde había venido y por qué recitaba ese Sutra en particular. Contestó que venía del Monasterio de Tung Tsan en el Distrito de Wong Mui de Kee Chow; y que el abad encargado de este templo era Hwang Yan, el Quinto Patriarca; que había cerca de mil discípulos bajo su tutela; y que cuando fue allá a rendirle homenaje al Patriarca, asistió a las conferencias sobre este Sutra. Más adelante me dijo que Su Santidad alentaba tanto a los laicos como a los monjes a recitar esta escritura, ya que por
hacerlo podrían realizar su propia y así alcanzar la Budeidad directamente.

Debe ser debido a mi buen karma en las vidas pasadas que oí acerca de esto, y que recibí diez taels (moneda usada en China antiguamente, equivalente en valor a su peso, 1 ½ onza, en plata) para la manutención de mi madre de un hombre que me aconsejó que fuera a Wong Mui a entrevistarme con el Quinto Patriarca. Después que se hicieron los arreglos pertinentes para mi madre, partí para Wong Mui, tomándome menos de treinta días el llegar allí.

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De la Vida de San Antonio de Egipto, ermitaño, el padre de los monjes cristianos

Antonio fue egipcio de nacimiento. Sus padres eran de buen linaje y acomodados. Como erancristianos, también el mismo creció. Como niño vivió con sus padres, no conociendo sino su familia y su casa; cuando creció y se hizo muchacho y avanzó en edad, no quiso ir a la escuela, deseando evitar la compañía de otros niños, su único deseo era, como dice la Escritura acerca de Jacob (Gn 25,27), llevar una simple vida de hogar. Por su puesto iba a la iglesia con sus padres, y ahí no mostraba el desinterés de un niño ni el desprecio de los jóvenes por tales cosas. Al contrario, obedeciendo a sus padres, ponía atención a las lecturas y guardaba cuidadosamente en su corazón el provecho que extraía de ellas. Además, sin abusar de las fáciles condiciones en que vivía como niño, nunca importunó a sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tenía placer alguno en cosas semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le ponía delante y no pedía más.

Después de la muerte de sus padres quedó solo con una única hermana, mucho mas joven. Tenía entonces unos dieciocho o veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba como los apóstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4,20; 19,27); cómo, según se refiere en los Hechos (4,35-37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y que grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1,18; Col 1,5). Pensando estas cosas, entró a la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se escuchó el pasaje en el que el Señor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados: 80 hectáreas, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana.